El domingo 27 de septiembre, del 2009, nos desayunamos con la noticia de
que el gran talento del séptimo arte, Roman Polanski, había sido detenido en
Suiza, después de treintaiún años de eludir la justicia americana, por los
cargos de seducción y violación de una menor de 13 años. Como el caso es relevante, nos vamos a ocupar
del señor Polanski y tratar de deslindar responsabilidades con el controvertido
artista, cuyo genio cinematográfico ha producido tales joyas del celuloide como Barrio Chino, El pianista y El bebé de Rosemary.
Pero, habrá que preguntarnos: ¿qué hace éste caso tan especial, en un mundo y un tiempo en que lo escandaloso es lo más común?
Pero, habrá que preguntarnos: ¿qué hace éste caso tan especial, en un mundo y un tiempo en que lo escandaloso es lo más común?
Para empezar, el perfil artístico de
Polanski es de los que se prestan al escrutinio. Sobre todo cuando tomamos en
cuenta el tipo de sicología oscura que maneja en los personajes de sus
películas: rufianes sofisticados, burgueses satanistas, mujeres androfóbicas o con cerebros extraordinariamente vulnerables al punto de la patología, tipos
afeminados y neuroticos, y toda una fauna de seres al margen de la sociedad
convencional.
Y es eso lo que hace sospechar que tal
vez al cineasta lo estén juzgando más por su arte que por el delito que cometió. Algo así como lo que pasa con el personaje principal de El extranjero, de Albert
Camus, donde ejecutan al hombre por un asesinato, condenando más el hecho que éste
no lloró en el funeral de su madre que el crimen mismo. Otros factores que también obraron en contra del cineasta durante el juicio fueron su acento
extranjero, su corta estatura y, desde luego, su condición de judío, en una
sociedad reservadamente racista como lo es la sociedad norteamericana.
Es el caso de Polanski un caso muy especial,
porque su vida —y no uso esto a modo de apología por sus actos; sino como
antecedente— ha estado plagada de tragedia, en forma de persecución y perdida,
infortunio que añade más al aura mítica del artista. En 1943, a la edad de 10 años, Roman escapó
del ghetto donde los Nazis tenían
confinados a los judíos después de la toma de la ciudad de Cracovia, Polonia. Su madre moriría en Auschwitz, y él fue sostenido
por algunas familias polacas católicas. Después de la guerra se reunió con su padre,
quien sobrevivió los campos de concentración y se volvió a casar, pero su
relación fue mala debido a la falta de entendimiento entre el muchacho y su
madrastra.
Otro suceso dramático que se añadiría a la
experiencia emocional del artista fue el horrible assesinato de su esposa, la
actríz Sharon Tate, a manos de miembros de “La familia” de Charles Manson, en
el verano de 1969. Polanski entonces se
encontraba en el extranjero, en viaje de negocios, cuando le llamaron para
notificarle el fatal suceso. Al regresar a los Estados Unidos las imagenes
televisivas de un inconsolable Roman Polanski dieron la vuelta al mundo.
El hecho que se
encontrara ausente cuando el asesinato ocurrió, no dejó de provocar rumores acerca de la personalidad
oscura del cineasta; que si acaso él causara su propio infortunio durante
una invocación satánica, especialmente cuando se considera la psíque detras de
películas tales como El bebé de Rosemary y La novena puerta. Otro dato curiosísimo es que,
supuestamente, la idea para la concepción satánica del bebé de Rosemary —en la
película— se la dió la misma Sharon Tate a su esposo, después de un viaje con LSD.
De su reciente detención tampoco es de descartarse
como posibilidad El escritor fantasma, una de las últimas películas que Polanski filmó
y que, a proposito, tuvo que terminar en su arresto domiciliario después de su
detención. El tema que trata, aunque indirectamente (usa un personaje ficticio),
es acerca de la doble cara de un político de la talla de Tony Blair, y su
pasado turbio; pisador de callos de los que granjean enemistades por todos
lados. Entonces, como quien dice, quién
le manda a Polanski ponerse con los pesos pesados.
Yo sé que la seducción de una joven de 13
años, por parte de Polanski, fue una monstruosidad. Pero hay que atender a
factores sociologicos y culturales para poder entender un poco más la situación —hay testigos que dicen que la edad de la victima era indescifrable por sus
características físicas. En todo caso
tendríamos también que hacerle un juicio póstumo a Pedro Infante, cuya
afición por las niñas de 15 años era legendaria. Pero, ¿cómo, el gran ídolo de México un monstruo? Pregúntenle a Irma
Dorantes, quien fuera una de sus esposas.
Habiendo dicho todo esto, sólo resta decir
que nadie es perfecto y, malhechor o no —el deseo de la victima es que todo se arregle y ha perdonado al que la
sedujo—, Roman Polanski es uno de los más grandes directores del cine moderno;
con ese toque clásico de lo europeo que imprime a sus obras, evocadora del
refrescante clasicismo moderno de la música de un Ennio Morricone o Stéphane
Grappelli.
Así que, ni vamos a justificar el hecho
por toda la tragedia en la vida de Polanski, pero tampoco vamos a seguirle el
juego a un sistema de justicia burocrático que, más que proteger a las
victimas, busca el lucro a través de la extorsión encubierta.
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