Ha muerto
Carlos Monsiváis, y con el se va toda una época de las letras y el pensamiento
mexicanos. El gran exhibidor y crítico de la cultura popular ha dado su último
suspiro pero deja todo un legado cultural; mismo que se antoja difícil de
repetir en un pais como México, donde los nuevos valores de la pluma cada vez
leen menos y se cocinan más al vapor.
Fue Monsiváis el que acogió con más fervor
--y dominio del tema-- las diferentes expresiones de la cultura popular, no sólo
mexicana sino global, por lo enterado y bien leido que estaba, ya que era un
escritor que estaba siempre al tanto de todo tipo de nuevas corrientes en la
cultura. Una vez que Monsi --como algunos le decían-- aprobaba algo, cobraba un
carácter de cierta legitimidad. Un ejemplo de esto podría ser su libro “Escenas
de pudor y liviandad”, que de alguna forma sirvió para llevar a artistas tales
como Juan Gabriel y María Félix a una audiencia más culta, donde antes se les
pudiera haber hecho el feo.
Llamado el ensayista más importante de
México ni más ni menos que por Carlos Fuentes, porque Monsiváis de
alguna forma ayudó a quitarle al ensayo mexicano el anquilosamiento que
padecía, dandole un aire más vivo y general que abarcaba todo lo que tuviera
alguna relevancia en la dinámica socio-cultural del país.
Con todo esto no estoy diciendo que Monsi
fuera el único que pudiera haber logrado lo que él consiguió, o en la forma en
que lo hacía --Susan Sontag estaba haciendolo antes que él en Estados Unidos, y
después Camila Paglia. Porque una cosa muy cierta es que, en su calidad de
defeño, él tuvo acceso a información y privilegios a los que otros escritores--sobre
todo los de provincia-- no tuvieron, en el país centralista por excelencia que es
México. Y gracias también, desde luego, a la gente entre la que se movió. Pero al menos él aprovechó lo que tuvo e hizo
algo con ello, a diferencia de tantos otros que no hacen nada con lo que se les
da y todavía se quejan.
Otra cosa que también habrá que decir de Carlitos es que su estilo era un
tanto rebuscado y sus aserciones a veces sonaban más a divagación que a
cualquier otra cosa; en otras palabras, no era perfecto. Pero su mente era un caudal de conocimiento e
información, procesados estos de una forma inteligente y con la pasión de quien
habla también con el corazón. Fue,
entonces, innegable su merito, junto con el de gente como Elena Poniatowska y el
mismo Carlos Fuentes, en su forma de proyectar su visión del acontecer mexicano.
Aunque una persona como yo distó mucho de
conocer personalmenmte al señor Monsiváis, hay dos cosas que en lo personal
admiré y aprecié en él: él fue uno de los pocos que se atrevieron a ponerse a
las patadas con monstruos sagrados del calibre de Octavio Paz, del que dijo,
“la razón que le asiste en muchas ocasiones se diluye por sus manía
generalizadora y su debilidad por la frase redonda”; y también por su
aseveración de que la traducción de la biblia por Casiodoro de Reina y Cipriano
de Valera es una de las obras supremas del idioma español, concepto que es
ignorado por muchos.
Para cerrar ésta breve nota, me pregunto quién
se encargará ahora de decirles a las nuevas generaciones de gente “culta” que
es chic y que no; y si tal vez el Ventaneando
de Paty Chapoy y Pedrito Sola será el nuevo oráculo indiscutible del pop culture mexicano.
nice article. thank you.
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