Al oír el nombre
de Agustín Lara, evocamos presto la imagen del hombre enjuto enfundado en su
smoking oscuro y sentado frente al piano; figura semejante a esas pequeñas
estatuillas de Mozart y Beethoven que uno se encuentra en los bazares. En su rostro, una expresión de melancolía,
acentuada por la cicatriz que le recorre la mejilla izquierda. Ya fueran sus canciones conocidas a través de
la voz de Toña “La Negra”, Pedro Vargas, o de algún cantante de fama
internacional como Frank Sinatra. Agustín Lara es, hoy por hoy, uno de los
baluartes de la música romántica en el mundo de habla hispana; y dueño también
de una leyenda que se extendió más allá de su genio musical.
Incluso, algunas frases de uso popular en
México tales como: “acuerdate de Acapulco”, “para calmar sus ansias de
novillero” ó “sueño guajiro” se desprenden de canciones de Lara. Quién no ha oído melodías como Solamente
una vez o Farolito, sin asociarlas inmediatamente con el gran Flaco de Oro.
Y debe Lara su leyenda a la combinación de
varios factores; entre los cuales se cuentan su matrimonio con María Félix, su
cursilería y algunas historias que se han tejido alrededor de su persona. Pero
fue, sobre todo, su versatilidad musical la que lo llevó a escalar alturas
insospechadas, ya que lo mismo componía épicos cantos para la fiesta taurina,
que desgarradoras canciones de amor, inspiradas por sus musas de lupanar, haciendo
acopio siempre de una retórica florida o alucinada, según ameritara el caso.
Un buen ejemplo de la cursilería
legendaria del Flaco lo da la anecdota que se contaba acerca de su rompimiento
con Maria Felix, con la que estuvo casado algo así como un año. Como despedida le envió flores a la Doña, con
una nota que decía: “Son novecientas noventa y nueve rosas; tú eres la número
mil... y tú sabes que odio las rosas.”
Otros rumores son que fumaba mariguana y
que él no componía todas sus canciones sino que algunas las compraba; esto último
fue medio confirmado por José el Chino Ibarra (uno de sus músicos), en una
entrevista con Cristina Pacheco, en la que el Chino dice que, efectivamente, un
compositor conocido como el Chamaco Sandoval era co-autor de varias de las canciones de Lara. Lo de la mariguana nunca se confirmó
“oficialmente”, pero el galimatías de algunas de sus letras --con sus “palmeras
borrachas de sol” y sus “aromas de carabalí”-- como que no deja mucho lugar
para dudas. Habrá que recordar que su campo de acción era entre el cabaret y la
plaza de toros; y muchas cosas podían pasar en el trayecto de uno a otro.
Sus
interprete de cabecera fue Toña la Negra, pero hubo algunos otros que también
lo interpretaron magistralmente, como el arriba mencionado Pedro Vargas, Juan
Arvizu y hasta Javier Solis, quien nos diera un
gran regalo con los dos discos que grabó exclusivamente con canciones de Lara: “Fantasia
Española” y “Javier Solís interpreta a Agustín Lara”. Dos joyas musicales que, atreviéndome a sonar
bárbaro, catalogaría yo como música Mariachi-Ambient o Impresionista, ya que los
extraordinarios arreglos musicales de ambos nos recrean la atmosfera de España
y de la costa Veracruzana; que son sus
temas respectivos.
La voz lánguida y desgarrada, que hacía
perfecta comparsa con el violín dolido de Laurito Uranga, y la trompeta con sordina
del Chino Ibarra, son un deleite del que se han perdido todos los que no han
escuchado las canciones de Agustín interpretadas por él mismo. Con esa combinación de elementos que daban un
tono afligido y fatalista a su música, Lara representó el espíritu decadente de
la época; del amante cursi y pasional que, con el testimonio aun vivo de un
Manuel Acuña, sentía la obligación de llevar la experiencia amorosa a sus últimas
consecuencias; como la misma cicatriz en su cara lo atestiguaba.
Fue también él, quien hizo de la frustración
amorosa un sofisticado deleite masoquista con canciones como Sólo una vez, de
la que se desprende: “Por ser tu vanidad
tan exquisita, con toda tu maldad y tu altivez, daría toda mi sangre muñequita
porque tú me besaras otra vez”, elogiando lo inasible. O versos tales como: “Arráncame la vida en el último beso de amor” y “mis pobres manos alas quebradas,
crucificadas bajo tus pies”, de Arrancame la vida y Pobre de mí, respectivamente;
que fueron una gráfica representación de la psique de éste mártir de la pasión.
Para cerrar la nota, cabe mencionar también
que, cursi o no, Agustín Lara se ganó a pulso el título de “Músico Poeta”,
porque en su obra abunda la poesía, de lo cual dejó testimonio innegable en líneas tan hermosas como: “Veracruz, son tus noches diluvio de estrellas,
palmera y mujer”, de Veracruz; y en la canción Suerte loca, que dice: “Ay corazón, a un amor no te entregues entero,
tras las rosas estan las espinas y te acecha un puñal traicionero”. ¿Me estás oyendo inútil...?
Nota: Este texto apareció
originalmente en una revista en línea, ahora extinta.
No comments:
Post a Comment