“Acapulco Gold, Panama Red, colombiana o de Guerrero, de la India o Mazatlán... ya
no se fuma a la Juana por gusto; ya no se forma un cigarro con calidad, ya la
mota es un vicio, uno nada más”, dice el poeta sin etiqueta, Armando Guerrero, en su poema
“Cuando la cannabis indica”. Y en dicho poema se
lamenta del perdido “valor” de fumar mariguana en armonía con el medio ambiente
y por el sólo gusto de hacerlo, para obtener en el proceso una forma de
bienaventuranza.
Y es en esto último en lo que han pensado
gran parte de los hombres --y mujeres-- que han hecho saber su predilección por
el consumo de drogas soporíficas tales como la mariguana y algunos otros
halucinógenos de mayor calibre: el querer alivianar la mente, or so they say.
El
movimiento de la contracultura, característico por la profusión de alteradores de
la conciencia, que tuvo su auge mayor en Estados Unidos allá en los años
sesentas, sólo fue una manifestación masiva de lo que muchas culturas han
estado haciendo desde que el mundo es mundo.
Todo, desde las actividades rituales de
las tribus primitivas a través de la historia, hasta los Beatniks --pasando por
los tristemente célebres fumaderos de opio, en la Ingalaterra de los 1800’s--,
han sido actividades en que la gente ha buscado afanosamente en las drogas --especialmente
en los alucinógenos (lease peyote, hongos, LSD,
mariguana sinsemilla, etc.)-- algo así como una piedra filosofal que responda a
sus más apremiantes interrogantes acerca del sentido de la existencia y el
camino a la verdadera espiritualidad y bienaventuranza. Amén del esparcimiento mental que muchos aseguran
recibir, ya que aducen que el fumar de la verde los relaja.
Porque, desde luego que no han faltado los
que aceptan que fuman mota nada más
con fines recreativos y porque les gusta el efecto de sentirse “pajita”. Uno de ellos era el reventado cómico Germán
Valdés “Tin Tan”, quien fuera famoso por sus ocurrencias inspiradas por juanita, a la que le tupía con ganas; y
es que, no nada más lo relajaba, sino que lo convertía también en un relajo y
le daba la inspiración artística que al final de cuentas lo llevaría a alcanzar
fama y fortuna. Por eso, en algunas de
sus películas el absurdo era común y las puntadas no se hacían esperar, gracias
a le creatividad que le redituaba el fumar la mentada yesca.
Libros como “Las puertas de la
percepción,” de Aldous Huxley, han sido volúmenes a los que muchos curiosos han
recurrido en su deseo de saber más acerca de los alucinógenos y sus efectos. Después del advenimiento del LSD, en los sesentas, en que el consumo
de éste --en aras de la “expansión mental”-- fue promovido por el psicólogo de
la contracultura, Timothy Leary, la gente usaba como guía para sus viajes ácidos
el “Libro tibetano de los muertos”, a instancias del mismo Leary; elemento al
que despues le añadirían banda sonora con la llamada música sicodélica hecha por The Beatles, Pink Floyd, 13th Floor
Elevator y algunas otras bandas que cobrarían prominencia con la exploración
del género.
Un factor invaluable para los aficionados
de la mariguana, los halucinógenos y plantas “espiritualizantes” en general, fue
la existencia --ya extinguida--, en la sierra Mazateca mexicana, de María
Sabina; la curandera de fama mundial, quien fuera llamada una visionaria por
muchos, y a la que visitó gente de todo el mundo, desde rockeros, poetas, científicos
y todo tipo de trotamundos alocados, en busca de la experiencia que cambiara
para siempre sus vidas bajo su guianza espiritual.
El nirvana era procurado a través de
ceremonias y rituales --atizados con teonácatl o hongos alucinógenos--, donde se
mezclaban los ídolos del panteón precolombino con la liturgia católica, para un
viaje más “completo” y abarcador, que sumía a los sujetos en unos trances
marca-diablo; obteniendo experiencias similares a las que describió el
dramaturgo Antonín Artaud --y que dieron el toque final a su locura-- de sus
peyotadas con los indios Tarahumaras, allá en 1936.
Pero, ha sido la mariguana la más popular de
todas las drogas, por sus efectos más ligeros –a menos que hablemos de la
llamada zorrilla o sinsemilla-- y
también por su arraigo en el pop culture.
Sin olvidar, claro, su connotación étnica (Mari Juana), debido tal vez a la importación
de mariguana desde algunos paises de Latinoamérica y del tercer mundo. En Estados Unidos es muy natural hablar de la
mariguana mexicana, por ejemplo, por su "calidad" y porque gran parte de la hierba que consumen los norteamericanos es Made
in Mexico. Se dice que la palabra pot (como le dicen los gringos) proviene
de la palabra potiguaya, argot mexicano para mariguana. Aunque unos se la
atribuyen a teapot y su raíz que
incluye la palabra tea ó té, como le
dicen también (incluso en México) por ser una hierba.
Hay
un debate en Estados Unidos acerca de la legalización de la mariguana, y de que si es dañina
o no. Los defensores de la legalización
alegan que la mariguana es más inofensiva que todas las demás drogas --incluido
el tabaco--, porque dicen que es una droga “natural” nacida en la tierra y no
hecha por el hombre; ah, y que además tiene propiedades curativas. Por otro lado, los detractores de ésta
postura alegan, entre otras cosas, que la mariguana no es una droga infensiva,
porque afecta los pulmones tanto como el cigarro y que, además abre puertas
para el consumo de otras drogas más potentes y adictivas.
¿Que yo qué pienso de la legalización de
doña Juana? Mira, pues te dire: para
empezar, legal o no, la gente de todos modos la fuma. ¿Qué afecta los pulmones y que no es natural
como muchos piensan, ya que está adulterada con todo tipo de fertilizantes y
químicos? Eso no es un secreto.
¿Que abre puertas para la experimentación
con otras drogas y que la gente de ahora nada más la fuma sin un propósito “creativo”
o “espiritual”? Pues es obvio, al mirar ésta sociedad violenta en que vivimos;
aunque también es benéfica para algunos, al contrarrestar los efectos secundarios
de la quimioterapia y algunas otras drogas.
Pero quizá la gente debería tener derecho
por si misma a elegir que fuma o deja de fumar. Porque sabemos que cuando el
gobierno prohibe la producción y consumo de mariguana no lo hace pensando en el
bienestar de la gente, sino que, al hacerlo clandestino aumenta su valor --como
pasó con la prohibición de alcohol en 1919--, creando un tipo de economía más
redituable para los que toman parte en ello, y por ende, estimulando la actividad
delictuosa de algunos.
Y sabemos también que al momento de
legalizar la mariguana lo hacen porque ya hay algo más comercial en el mercado, que va a
dejar más ganancia; así que, más le conviene al gobierno
legalizarla y ponerle impuesto. Pero más que nada: ¿Para qué quebrarme la
cabeza?, si yo ya ni fumo.
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