Friday, November 18, 2011

Santana y el rock



Hablar de Estados Unidos y de tiempos modernos nos remite irremediablemente a una palabra: fusión.  Hoy por hoy, las cosas cada vez se mezclan más entre sí, y cuando pienso en esto un nombre viene a mi mente: Carlos Santana, el de la guitarra que llora, y que personifica la fusión con todos sus “agravantes”; desde su aspecto físico, su familia birracial, su peculiar manera de hablar --ambos, el inglés y el español-- y, desde luego, su música. Es que, Santana es sinónimo de sensibilidad y de hibridez cultural por donde lo veamos, porque él nunca tuvo a menos su condición bicultural de mexicano en los Estados Unidos y porque además ha sabido aprovechar al máximo lo mejor de ambos mundos, factor al que tanto debe su música. 
     Desde sus inicios allá en Tijuana, cuando tocaba el violin en el conjunto de mariachi de su padre, Carlos se estaba forjando ya un estilo propio, al trasladar el sentimiento extraido del arco y las cuerdas del violin a los viriles rasgueos de la guitarra. Recuerdo yo que aún antes de saber que él habia tocado alguna vez ese instrumento, su sentida forma de tocar la guitarra me recordaba el violín de Laurito Uranga en las canciones de Agustín Lara.
     Otro dato curioso es el hecho que, aún antes de grabar un disco, el estilo depurado y ecléctico de Santana lo llevó al éxito inmediato en el momento que se dió a conocer al vasto público de Woodstock.  Hecho que en sí mismo fue un completo acto de osadía, si tomamos en cuenta que la mayoría de los músicos que tocaron allí eran músicos consagrados y con toda la experiencia del mundo, entre los cuales figuraban The Who, Jimi Hemdrix, The Band, y Three Souls in my Mind... a no perdón, me equivoqué de concierto con estos últimos, porque ellos tocaron en Avandaro. 
     La pieza que escogió para la ocasión --pasadísimo en ácido, por cierto-- fue “Soul Sacrifice” que, aunque nunca ha sido una de mis fávoritas, la puedo usar como ejemplo del Santana’s trademark, porque en ella epitomiza la fusión del sonido afro-antillano --en las percusiones de Chepito Arias-- con  la música rock, en los acordes de esa guitarra que lo mismo podía ser agresiva y exaltada como amable y sutil, pero siempre inspirada; algo parecido a lo que hacía Stan Getz con el saxofón. 
     Un documento musical es la canción “Oye Como Va” del gran Tito Puente, en la que Carlitos, siguiendo el ejemplo de Ritchie Valens con “La Bamba,” logró poner una pieza cantada totalmente en español en los anales de la música norteamericana --y mundial--, traduciendo el español de esta canción al idioma universal de la música.  Fue así que el músico  consolidó la unión del ritmo latino con la música rock, logrando gran parte de ello al sustituir los metales de la original por unos enérgicos riffs de guitarra.  Amén de haber convertido una canción étnica en una joya del rock & roll.
     Ahora, como guitarrista Santana no está mal, al punto que nunca se le ha notado timidez alguna cuando ha compartido escenarios con monstros sagrados de la guitarra tales como Eric Clapton o Jeff Beck, entre otros.  Derroche de autoestima musical que se debe  al hecho de tener un estilo muy propio y de su capacidad prodigiosa de decir con su música lo que siente, de una forma concisa y económica.  Las notas de su guitarra, que a veces son prolongadas pero nunca excesivas, evocan el sentimiento del violin en melodías como “Samba pa’ ti” y “Europa”. Lo que da testimonio de una sensibilidad extraordinaria y demuestra, además, que no se requiere de toda la pericia y ostentación musical para hacer algo con lo que se tiene, y proyectar lo que se quiere.                            
     Y hablando de alfareros de Capdepera, quiero señalar que la inspiración de “Europa” proviene de una de las bandas pioneras de la música “grupera”; me refiero, ni más ni menos, que a los Angeles Negros con su canción, “Y volveré”.  Desde luego que eso es de cuando a la “música” grupera todavía se le podía llamar música, if you know what I mean.  
     Como sea, quise usar ese dato para ilustrar una vez más la capacidad asimilativa de Carlos Santana quien, haciendo honor al dicho que reza, “el que entre lobos anda, a aullar se enseña”, no ha dejado de aprender de todos los viejos lobos de mar con los que se ha cruzado en su vida --y esto incluye a los que sólo a podido percibir a distancia--, cosa que ha hecho de él, para deleite de miles, un digno representante de la música con todas sus variaciones y mezclas.

Nota: Este artículo apareció originalmente en una revista en línea, ahora extinta, y lo escribí a razón del tema “Fusión”.

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