Sunday, November 13, 2011

JC Chávez, el recuerdo de un campeón



Con eso de la Copa Mundial como que me quedé con el espíritu deportivo, lo cual me hizo pensar en los grandes deportistas que hemos tenido en Latinoamérica. Y en eso estaba cuando me acordé de Julio César Chávez, el boxeador más grande que ha dado México. “Julio César Chávez es un campeón con toda la barba”, declaró el presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán, despues de una de las avasalladoras victorias del púgil en su momento de máximo apogeo. Así es, Julio Cesar ha sido uno de los mejores boxeadores del mundo, no sólo de su tiempo sino de todos los tiempos, y en su momento también fue llamado el mejor boxeador libra por libra.
    Julio César conjugaba todas las virtudes posibles que puede tener un boxeador: se fajaba, pegaba, boxeaba, aguantaba, se quitaba golpes y además tenía una extraordinaria habilidad para manejar ambas manos. Quién no recuerda esa forma magistral de usar la mano izquierda --a pesar de no ser zurdo--, que tan bien usaba en la defensiva como en la ofensiva, y con la misma facilidad que asestaba un gancho mortífero lanzaba un potente volado.
     El primer gran merito de Julio César Chávez fue el recobrar la esperanza para México de tener un verdadero campeón, esperanza que se había perdido con la muerte de Salvador Sánchez, en aquel fatídico agosto de 1982.  Cómo olvidar aquella derrota del “Indio de Cuajimalpa”, Lupe Pintor, frente a Wilfredo Gómez, al sufrir un humillante nockout en el catorceavo asalto –cuando las peleas duraban 15 rounds--, en una pelea que ya parecía tener asegurada, y precisamente a unos cuantos meses la muerte de Sal Sánchez. O el robo tan descarado que le hicieron a Mario “Azabache” Martínez en su pleito frente a Azumah Nelson, que hizo ver aun más oscuro el horizonte del boxeo mexicano.
     Al menos cuatro peleas fueron de gran significancia para Chávez cuando estaba en la cúspide de su carrera. Empezando con la cruenta pelea en la que se enfrentó a su compatriota el “Azabache” Martinez, por el título vacante de peso súper pluma; pleito que ganó en cerrado combate de titanes mexicanos. Y es que, como es sabido, es en México y Cuba donde están las mejores escuelas de boxeo, lo que se constató durante todo el combate por la clase y escuela que ambos desplegaron.
     La segunda pelea grande llegó cuando, invadiendo la división de los pesos ligeros, Julio César le arrebató el campeonato al boricua Edwin "Chapo" Rosario que quiero agregar, aunque un tanto hablador, fue un oponente que mostró un gran pundonor, como la mayoría de los boxeadores puertorriqueños.  De la masacre que hizo con Hector “Macho” Camacho no hablaré porque, no obstante ser una victoria en extremo significativa, las peleas que siguieron fueron más substanciosas.
     Después vendría la que algunos llamaron la pelea de la década (de los 90’s), con Meldrick Taylor, contrincante de estilo difícil y escurridizo, a quien sacó la victoria de la bolsa noqueandolo a unos cuantos segundos del campanazo final. En un pleito que el estadounidense iba ganando, pero que se convirtió en un gane contundente para el mexicano.
     La última gran pelea de Chávez sería ese polémico empate en el que le disputaba el título de los welter a otro estadounidense, Pernell Whitaker, cuando la prensa norteamericana ya se comía vivo a Chávez, acusondolo de robo.  La verdad es que durante toda la pelea Whitaker se la pasó abrazando y corriendo, que es también una escuela que se ve en muchos boxeadores afro-americanos, porque se suben al ring en bicicleta y lo último que les pasa por la mente es boxear.
     Algo curioso que pasó con Julio César fue que, a pesar de ser el más grande boxeador mexicano de todos los tiempos, nunca llegó a ser un verdadero ídolo. Y es que, incluso cuando en sus inicios se percibía sencillo y nada presuntuoso, a Chávez le faltaba el carisma que tuvieron otros que en verdad si fueron ídolos; y me refiero al famoso Raúl “Ratón” Macías y al gran Rubén “Púas” Olivares, que movían a la gente a seguirlos más allá de su desempeño en el ring.
     En la vida todo tiene un fin y, como dice la canción, “lo que empieza termina”. El principio del fin para Chávez no fue cuando tuvo su primera derrota, sino cuando se convirtió en producto de una de las dos grandes cadenas televisivas de México.  Antes de eso su carrera había sido, hasta cierto punto, limpia; tan limpia como lidiar con empresarios boxísticos podía permitir.  Pero a partir de allí vinieron las francachelas en grande con artistas y big honchos de toda clase, tanto del deporte, del espectaculo, como de la política. Es ahí cuando el boxeador deja de ser deportista para convertirse en celebridad y con eso no se gana en el ring, así que el descuido personal es sólo una consecuencia natural.  Y vino la primera derrota.
     Otra de las cosas --tal vez la más grande-- que acabó a Chávez fue su falta de corazón. A diferencia de la serenidad que mostraba en sus primeros años, una vez que empezó a perder se desmoronó moralmente y perdió el control. Tras su primera derrota ante Frankie Randall vendrían algunas victorias insignificantes, pero el terreno parecía estar preparado para recibir esa dolorosa y decisiva derrota ante Oscar de la Hoya que, dicho sea de paso, no era pieza para Chávez, pero la juventud y un gigante aparato empresarial se impusieron.  
     Julio César ya no se pudo recuperar anímicamente, y más que nada porque no sabía perder. Lo que recuerda al enorme Daniel Zaragoza, un púgil mexicano que como boxeador era más malo que la carne de puerco, pero con un tesón y una disciplina que lo llevaron a ser campeón del mundo.  Y me atrevo a decir que si Chávez hubiera tenido un corazón como el de Zaragoza hubiera sido un superhombre.
     También habrá que mencionar que ultimamente Chávez andaba muy lejos de su peso natural, al invadir cada vez más divisiones.  Y cuando un boxeador va aumentando peso hacia divisiones más altas su pegada pierde mucho poder. Como le pasó al mismo “Púas” Olivares cuando tuvo que saltar directamente de gallo a peso pluma, ya que en su tiempo no había pesos intermedios como ahora, y las cosas para él ya no fueron igual porque su pegada perdió contundencia. 
     Y un caso aún más dramático de pérdida de pegada con aumento de peso, es el del legendario José  Angel “Mantequilla” Napoles, cuando quiso ser campeón de peso medio retando a Carlos Monzón, en un encuentro durante el cual dicen el "Mantequilla" le pegaba a Monzón y parecía que hasta le hacía cosquillas, desistiendo finalmente  de su intento en el séptimo asalto.
     Desafortunadamente, una mancha muy grande quedó en la carrera y la imagen de Julio César --es esto lo que más recuerda mucha gente--  por no haberse retirado a tiempo.  Porque a él le pasó lo que a la mayoría: estar en el ring se convirtió en una segunda naturaleza, aún cuando seguía perdiendo. 
     Y lo peor de todo no fueron sus derrotas, sino el no saber asimilarlas, al punto que se empezó a ganar fama de llorón. Pero todo eso, junto con sus escandalos pasionales, fiscales, y sus funestas parrandas sería parte de otro comentario que le dejo a gente como Origel y la Chapoy. Yo lo que quiero es celebrar los logros del boxeador fuera de serie que fue Julio César Chávez; así que, a la cuenta de diez, me despido y... out.

Nota: Este artículo apareció originalmente en una revista en línea, ahora extinta.



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