Sunday, November 13, 2011

Alucinados e ilusionados



Acapulco Gold, Panama Red, colombiana o de Guerrero, de la India o Mazatlán... ya no se fuma a la Juana por gusto; ya no se forma un cigarro con calidad, ya la mota es un vicio, uno nada más”, dice el  poeta sin etiqueta, Armando Guerrero, en su poema “Cuando la cannabis indica”. Y en dicho poema se lamenta del perdido “valor” de fumar mariguana en armonía con el medio ambiente y por el sólo gusto de hacerlo, para obtener en el proceso una forma de bienaventuranza.  
     Y es en esto último en lo que han pensado gran parte de los hombres --y mujeres-- que han hecho saber su predilección por el consumo de drogas soporíficas tales como la mariguana y algunos otros halucinógenos de mayor calibre: el querer alivianar la mente, or so they say.
     El movimiento de la contracultura, característico por la profusión de alteradores de la conciencia, que tuvo su auge mayor en Estados Unidos allá en los años sesentas, sólo fue una manifestación masiva de lo que muchas culturas han estado haciendo desde que el mundo es mundo. 
     Todo, desde las actividades rituales de las tribus primitivas a través de la historia, hasta los Beatniks --pasando por los tristemente célebres fumaderos de opio, en la Ingalaterra de los 1800’s--, han sido actividades en que la gente ha buscado afanosamente en las drogas --especialmente en los alucinógenos (lease peyote, hongos, LSD, mariguana sinsemilla, etc.)-- algo así como una piedra filosofal que responda a sus más apremiantes interrogantes acerca del sentido de la existencia y el camino a la verdadera espiritualidad y bienaventuranza. Amén del esparcimiento mental que muchos aseguran recibir, ya que aducen que el fumar de la verde los relaja.
     Porque, desde luego que no han faltado los que aceptan que fuman mota nada más con fines recreativos y porque les gusta el efecto de sentirse “pajita”. Uno de ellos era el reventado cómico Germán Valdés “Tin Tan”, quien fuera famoso por sus ocurrencias inspiradas por juanita, a la que le tupía con ganas; y es que, no nada más lo relajaba, sino que lo convertía también en un relajo y le daba la inspiración artística que al final de cuentas lo llevaría a alcanzar fama y fortuna. Por eso, en algunas de sus películas el absurdo era común y las puntadas no se hacían esperar, gracias a le creatividad que le redituaba el fumar la mentada yesca.
     Libros como “Las puertas de la percepción,” de Aldous Huxley, han sido volúmenes a los que muchos curiosos han recurrido en su deseo de saber más acerca de los alucinógenos y sus efectos. Después del advenimiento del LSD, en los sesentas, en que el consumo de éste --en aras de la “expansión mental”-- fue promovido por el psicólogo de la contracultura, Timothy Leary, la gente usaba como guía para sus viajes ácidos el “Libro tibetano de los muertos”, a instancias del mismo Leary; elemento al que despues le añadirían banda sonora con la llamada música sicodélica hecha por The Beatles, Pink Floyd, 13th Floor Elevator y algunas otras bandas que cobrarían prominencia con la exploración del género. 
     Un factor invaluable para los aficionados de la mariguana, los halucinógenos y plantas “espiritualizantes” en general, fue la existencia --ya extinguida--, en la sierra Mazateca mexicana, de María Sabina; la curandera de fama mundial, quien fuera llamada una visionaria por muchos, y a la que visitó gente de todo el mundo, desde rockeros, poetas, científicos y todo tipo de trotamundos alocados, en busca de la experiencia que cambiara para siempre sus vidas bajo su guianza espiritual.  
     El nirvana era procurado a través de ceremonias y rituales --atizados con teonácatl o hongos alucinógenos--, donde se mezclaban los ídolos del panteón precolombino con la liturgia católica, para un viaje más “completo” y abarcador, que sumía a los sujetos en unos trances marca-diablo; obteniendo experiencias similares a las que describió el dramaturgo Antonín Artaud --y que dieron el toque final a su locura-- de sus peyotadas con los indios Tarahumaras, allá en 1936.  
     Pero, ha sido la mariguana la más popular de todas las drogas, por sus efectos más ligeros –a menos que hablemos de la llamada zorrilla o sinsemilla-- y también por su arraigo en el pop culture. Sin olvidar, claro, su connotación étnica (Mari Juana), debido tal vez a la importación de mariguana desde algunos paises de Latinoamérica y del tercer mundo. En Estados Unidos es muy natural hablar de la mariguana mexicana, por ejemplo, por su "calidad" y porque gran parte de la hierba que consumen los norteamericanos es Made in Mexico. Se dice que la palabra pot (como le dicen los gringos) proviene de la palabra potiguaya, argot mexicano para mariguana. Aunque unos se la atribuyen a teapot y su raíz que incluye la palabra tea ó té, como le dicen también (incluso en México) por ser una hierba.
     Hay un debate en Estados Unidos acerca de la legalización de la mariguana, y de que si es dañina o no.  Los defensores de la legalización alegan que la mariguana es más inofensiva que todas las demás drogas --incluido el tabaco--, porque dicen que es una droga “natural” nacida en la tierra y no hecha por el hombre; ah, y que además tiene propiedades curativas. Por otro lado, los detractores de ésta postura alegan, entre otras cosas, que la mariguana no es una droga infensiva, porque afecta los pulmones tanto como el cigarro y que, además abre puertas para el consumo de otras drogas más potentes y adictivas. 
     ¿Que yo qué pienso de la legalización de doña Juana?  Mira, pues te dire: para empezar, legal o no, la gente de todos modos la fuma. ¿Qué afecta los pulmones y que no es natural como muchos piensan, ya que está adulterada con todo tipo de fertilizantes y químicos? Eso no es un secreto.  
     ¿Que abre puertas para la experimentación con otras drogas y que la gente de ahora nada más la fuma sin un propósito “creativo” o “espiritual”? Pues es obvio, al mirar ésta sociedad violenta en que vivimos; aunque también es benéfica para algunos, al contrarrestar los efectos secundarios de la quimioterapia y algunas otras drogas. 
     Pero quizá la gente debería tener derecho por si misma a elegir que fuma o deja de fumar. Porque sabemos que cuando el gobierno prohibe la producción y consumo de mariguana no lo hace pensando en el bienestar de la gente, sino que, al hacerlo clandestino aumenta su valor --como pasó con la prohibición de alcohol en 1919--, creando un tipo de economía más redituable para los que toman parte en ello, y por ende, estimulando la actividad delictuosa de algunos. 
     Y sabemos también que al momento de legalizar la mariguana lo hacen porque ya hay algo más comercial en el mercado, que va a dejar más ganancia; así que, más le conviene al gobierno legalizarla y ponerle impuesto. Pero más que nada: ¿Para qué quebrarme la cabeza?, si yo ya ni fumo.      

Nota: Este artículo apareció originalmente en una revista en línea, ahora extinta.



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