Friday, November 18, 2011

Carlos Monsiváis, el oráculo de México



Ha muerto Carlos Monsiváis, y con el se va toda una época de las letras y el pensamiento mexicanos. El gran exhibidor y crítico de la cultura popular ha dado su último suspiro pero deja todo un legado cultural; mismo que se antoja difícil de repetir en un pais como México, donde los nuevos valores de la pluma cada vez leen menos y se cocinan más al vapor.  
     Fue Monsiváis el que acogió con más fervor --y dominio del tema-- las diferentes expresiones de la cultura popular, no sólo mexicana sino global, por lo enterado y bien leido que estaba, ya que era un escritor que estaba siempre al tanto de todo tipo de nuevas corrientes en la cultura. Una vez que Monsi --como algunos le decían-- aprobaba algo, cobraba un carácter de cierta legitimidad. Un ejemplo de esto podría ser su libro “Escenas de pudor y liviandad”, que de alguna forma sirvió para llevar a artistas tales como Juan Gabriel y María Félix a una audiencia más culta, donde antes se les pudiera haber hecho el feo. 
     Llamado el ensayista más importante de México ni más ni menos que por Carlos Fuentes, porque Monsiváis de alguna forma ayudó a quitarle al ensayo mexicano el anquilosamiento que padecía, dandole un aire más vivo y general que abarcaba todo lo que tuviera alguna relevancia en la dinámica socio-cultural del país.   
     Con todo esto no estoy diciendo que Monsi fuera el único que pudiera haber logrado lo que él consiguió, o en la forma en que lo hacía --Susan Sontag estaba haciendolo antes que él en Estados Unidos, y después Camila Paglia. Porque una cosa muy cierta es que, en su calidad de defeño, él tuvo acceso a información y privilegios a los que otros escritores--sobre todo los de provincia-- no tuvieron, en el país centralista por excelencia que es México. Y gracias también, desde luego, a la gente entre la que se movió. Pero al menos él aprovechó lo que tuvo e hizo algo con ello, a diferencia de tantos otros que no hacen nada con lo que se les da y todavía se quejan.
     Otra cosa que también habrá que decir de Carlitos es que su estilo era un tanto rebuscado y sus aserciones a veces sonaban más a divagación que a cualquier otra cosa; en otras palabras, no era perfecto.  Pero su mente era un caudal de conocimiento e información, procesados estos de una forma inteligente y con la pasión de quien habla también con el corazón. Fue, entonces, innegable su merito, junto con el de gente como Elena Poniatowska y el mismo Carlos Fuentes, en su forma de proyectar su visión del acontecer mexicano.
     Aunque una persona como yo distó mucho de conocer personalmenmte al señor Monsiváis, hay dos cosas que en lo personal admiré y aprecié en él: él fue uno de los pocos que se atrevieron a ponerse a las patadas con monstruos sagrados del calibre de Octavio Paz, del que dijo, “la razón que le asiste en muchas ocasiones se diluye por sus manía generalizadora y su debilidad por la frase redonda”; y también por su aseveración de que la traducción de la biblia por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera es una de las obras supremas del idioma español, concepto que es ignorado por muchos.
     Para cerrar ésta breve nota, me pregunto quién se encargará ahora de decirles a las nuevas generaciones de gente “culta” que es chic y que no; y si tal vez  el Ventaneando de Paty Chapoy y Pedrito Sola será el nuevo oráculo indiscutible del pop culture mexicano.
       
Nota: Este artículo apareció originalmente en una revista en línea, ahora extinta, y lo escribí a razón de la muerte de Carlos Monsiváis.

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