Friday, November 18, 2011

Entrevista con el diablo



Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”, es la célebre frase del ícono de los periodistas en México, el tristemente célebre don Julio Scherer. Y esta frase ha cobrado más vigencia que nunca, después de que el hombre acaba de dar un inesperado —pero lógico, si atendemos a la dinámica del periodismo mexicano— golpe en lo que muchos pensarían el ocaso de su larga carrera periodística, al entrevistar para su revista Proceso a uno de los grandes del narco, Ismael “Mayo” Zambada; dándole así al capo un caracter de celebridad que legitimiza, consciente o inconscientemente, la actividad ilegal que lo ha hecho famoso, ante los ojos de la gente “inteligente” que lee tal revista; y ganando también así un lugar en la nueva casta privilegiada.
     El texto abre con un preámbulo que quizá pretenda ser una especie de narración novelesca de la estancia de Scherer en el refugio del capo; pero manejada pobremente, como por un mal novelista en ciernes. Desde un principio la entrevista estuvo dominada por el Mayo, y como tal no aporta nada, ya que las preguntas están hechas de una forma tímida y con una actitud casi subordinada.
     Fue Zambada el que contactó a Don Julio para el encuentro, y el periodista no pierde la oportunidad de mencionar que, al estar frente al compadre del “Chapo” Guzmán, éste le dijo, “tenía interés en conocerlo”. Lo que recuerda el verso de la canción “Sympathy for the Devil”, de los Rolling Stones, donde el diablo dice, “pleased to meet you, I hope you guess my name” (“complacido en conocerte, ojala adivines mi nombre”). 
     Luego, el Mayo habla de “almorzar” juntos, invitación que Scherer no puede rehusar, a instancias de uno de los emisarios del capo. En la mesa les pusieron jugo de naranja, leche, carne, frijoles, tostadas, quesos “que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar” y café azucarado. 
     El grueso de la entrevista se va en generalidades, con Zambada contestando de manera vaga a las preguntas que se le hacen; pero dando constancia de su humanidad cuando menciona su llanto por su hijo en prisión. 
     El encuentro llega a su fin con dos inesperados actos del capo: primero, le pregunta al periodista si le gustaría conocer al Chapo, para llamarle y proponérselo; y después viene la petición de una foto que, como don Julio remarca, probará la veracidad del encuentro. 
     Proceso ha sido una revista caracterizada por sus ataques a la corrupción, al gobierno y a todo tipo de ideologías que vayan contra la del señor Scherer y sus colaboradores, sea esto en la política, arte o cultura en general. De acuerdo a sus lectores asiduos, Proceso es la epítome del periodismo no comprometido y directo, aunque bastante es sabido el gran flirteo de la directiva con todo los encumbrados que tengan prospecto de mecenas; como el presidente de la república, por ejemplo. 
     De hecho, los presidentes en México subsidian su propia crítica —Proceso ha sido uno de los grandes beneficiados de esta circunstancia—, como una forma de taparle el ojo al macho y “promover” la libre expresión, siempre y cuando se sigan ciertas reglas; cosa que es muy bien aprovechada por los periodistas prácticos y con colmillo, aunque los valores morales se tengan que sacrificar.
     Como buen hombre de negocios que es, Julio Scherer siempre ha sabido lo que quiere. En su libro “Los periodistas”, Vicente Leñero menciona la preferencia de Scherer por los reporteros inmorales sobre los reporteros honrados, porque, “no me queda otro remedio”, ya que, de acuerdo a él, los reporteros inmorales son más prácticos y “eficaces”. Y también aludía a la imposibilidad de combatir la corrupción periodistica cuando esta se halla institucionalizada, “cuando se incluye a los reporteros en la nómina de las secretarías de estado como si fueran empleados de ellas”, y cómo estos no tienen empacho en cobrar la mensualidad; porque si no lo hacen ellos otros lo harán. 
     ¿No estará don Julio procurando su inclusión en las nóminas de lo que va en camino a convertirse en el nuevo estado mexicano, o sea el narco? Y aquí cabe un dato curiosísimo. En el mismo párrafo, Leñero menciona que en sus tiempos de reportero, Scherer “tardó en descubrir que su nombre tenía meses incluido en la nómina de su fuente periodística; alguien que no era él la cobraba, falsificando su firma”. Con aquello de que, a quién le dan pan que llore.
     Algunos críticos periodísticos dicen que este ha sido un paso adelante en una nueva forma de periodismo, cuando en realidad es sólo un paso ordinario de don Julio hacia algo que ha hecho durante toda su trayectoria periodística: acercarse al poder. Y como ahora la política la hacen los narcos, estos son a los que hay que acercarse para recibir su bendición. 
     Por eso, de entrevista no hubo tal, sino que Scherer más que nada está prestándose a ser una especie de portavoz del Mayo Zambada —y tal vez no es de culparse, porque en estos tiempos cada quien está haciendo su luchita. Algo así como lo que pasaba entre el evangelista Billy Graham y algunos presidentes estadounidenses; el creía que los tocaba espiritualmente, cuando en verdad lo estaban usando políticamente para tocar corazones. 
     Claro que en el caso de don Julio, la cuestión es menos inocente porque, siendo el viejo lobo de mar que es, él no es de los que le piden a Dios que les de, sino que los ponga donde haya; y una vez acercada la res se prenden de la ubre, y hasta encajan los dientes.  Por eso, la frase emitida por su primo José López Portillo —cuando se disponía a cortarle subsidio a la empresa del señor Scherer—, “no te pago para que me pegues”, tenía más de queja que de regaño.
     Se abre pues así un capítulo de la historia moderna de México, donde por fin se da al Cesar lo que es del Cesar, y se acepta lo que por los últimos veinte años ha sido un secreto a voces: Ricky Martin es gay.

Nota: Este artículo apareció originalmente en una revista en línea, ahora extinta, y lo escribí a razón de la entrevista que don Julio Scherer hizo a Ismael “Mayo” Zambada.


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