"And the walls came down all the way to hell, never saw them
when they're standing, never saw them when they fell…" And it’s a pity that I
can’t sing along with “Tweeter and the Monkey Man” when I think of two of El
Paso’s main landmarks: Asarco smokestacks and City Hall. Because, although I
didn’t see them when they fell, I did see them when they were standing. And
just to think that they’re not going to be there to greet me when I make my
comeback.
I still remember
getting up on a big hill, on Juarez’ West side (almost right across from the
Franklin Mountains), with my binoculars, to pick out buildings, streets, and
places of what used to be El Paso’s downtown. And City Hall was one of the
buildings that used to stand out big time. It was quite a pastime for a kid in
his early teens; I mean, when alcohol wasn’t yet in the picture.
For the Asarco
smokestacks we didn’t need binoculars, because they were right on the
borderline, pointing to the Mexican side like two gigantic phalluses, blowing their
polluting fumes. I still can taste the smoke in the morning when I wake up, and
it makes me cough like a chronic smoker. That’s not what I miss of it, but
--like a friend suggested--, at least they should’ve made the old smelter a sort of
museum for posterity, so the future generations could visit the place and reclaim
part of their DNA on the cylindrical walls of the smokestacks.
Cities and towns
are changing their facades around the world, and old, historic buildings that once
have been distinctive landmarks are being demolished left and right, to be
replaced by shopping centers, parking lots, Wal-Marts, or just plain new
buildings, characterized by the flimsiness of modern architecture. And El Paso
is no exception.
The sad thing is
that not only the aforementioned places have suffered destruction in El Paso,
but in old downtown the streets look all abandoned and vandalized, like nobody
cares anymore. To the point that walking on the streets of Segundo Barrio,
like Paisano, Oregon, Stanton, and Kansas can be a very sad experience because,
although they’ve never been known for their beauty and orderliness,
now
they look
more like streets in a border town… on the Mexican side. Which makes me want to
close my note singing: “Back in El Paso my life would be worthless/Everything's gone in life; nothing is left…"
La foto pone juntos a Emmett Till y Trayvon
Martin, como dos mártires; el primero lo es, el segundo, independientemente de
las circunstancias de su muerte, no debe estar siquiera junto al otro. Lo más
detestable es que la gente está comprando esa fantasía. El circo había empezado
aun antes del veredicto, que resultó ser negativo para la comunidad
“humanista”.
Como
ya lo dije anteriormente, lo que pasó entre un joven negro y un adulto “hispano
blanco”, como le dice la prensa a George Zimmerman, es una historia que se repite
regularmente en California. Hispanos matan a negros y negros matan a hispanos;
y la prensa no se da por aludida. De hecho, de las últimas veces que he estado
en Los Angeles, no ha faltado una vez en que no haya sido hostigado por un
afroamericano; manejando por la calle, llegando a la tienda de autoservicio o
bajo cualquier otra circunstancia. Pero como tampoco se trata de poner ninguna raza
en evidencia, aquí la dejo, porque mi intención no es hacer pasar a los negros
como la personificación del mal, y añadir así al mitote.
"Sí, pero el joven Trayvon tenía sólo diecisiete años", dicen muchos.
Entonces la pregunta sería: ¿por qué a algunos menores, aun más jóvenes que
Trayvon, los juzgan como adultos? ¿No será porque a determinada edad un hombre
ya surte efecto cuando de violencia o agresión se trata? Desde luego que en eso
no piensan todos aquellos que quieren hacer de esta farsa una causa noble por
la que pelear.
Estaba
yo el otro día parado afuera del Demetriou’s Jazz Alley, lugar donde se iba a
presentar el músico John Mayall, en la ciudad de Seattle. En eso llegó un vehículo
SUV y de él se bajaron los tres músicos que iban a acompañar a Mayall: Rocky Athas,
Jay Davenport y Greg Rzab. En la calle había una manifestación, y cuando Athas pasó
junto a mí preguntó de qué se trataba. Le contesté que era por el veredicto del
caso Trayvon, y con tristeza oí que dijo: “aun no puedo creer que se haya
salido con la suya”, en referencia al veredicto final que favoreció a
Zimmerman.
Y
esa es, desgraciadamente, la postura de muchos hombres de supuestos principios
humanistas, que se creen con la absoluta concesión del sentido común. Cuando
uno pensaría que a estas alturas la gente sabe que casi todo lo que dice Obama,
la mayor parte de la prensa y los descalabazados Jesse Jackson y Al Sharpton
son puras estupideces multiplicadas a la máxima potencia. O sea que, si Obama
dice algo al respecto, la prensa le presta mucha atención o Sharpton y Jackson
se involucran, lo más seguro es que es una farsa con un motivo ulterior.
Por
lo menos tres grandes propósitos hay
detrás de incitar a la gente para que haga ver su “inconformidad” en el caso
Trayvon: promover división y tensión racial, mantener a la gente distraída --y cambiar
así alguna ley sin que se note-- y producir estrés a través de las
inconveniencias causadas por el bloqueo de calles y arterias principales de
tráfico.
Ahora, los hay los que todavía conservan la cordura y el sentido común,
y que saben que todo está instigado en gran parte para promover disensión.
Entre los cuales se encuentran un par de predicadores y un político
afroamericanos: el ministro Ken Hutcherson, Dr. James Manning y el ex congresista
Allen West; amén de muchos otros que conocen el tipo de “causas” que Jesse
Jackson y Al Sharpton pelean, que, dicho sea de paso, no tienen como fin ayudar
a los de su raza sino todo lo contrario.
Hay
una foto que un “artista” arregló para que Martin Luther King apareciera con un
hoodie o capucha, como la de Trayvon.
Pero la sobrina de King, Dr. Alveda King, deslindó la comparación desde un
principio diciendo: “El Doctor King no hubiera vestido una capucha”. Y eso dice
mucho acerca de la significancia de usar un hoodie
bajo ciertas circunstancias, porque denota la adopción de cierto estilo de vida
no muy honesto, como en este caso, porque Trayvon produjo la impresión de ser
un maleante y le costó la vida. Así que, si fue completamente inocente o no, el
problema es que ahí el hábito sí hizo al monje. Y conste que no hablo de monjes
por lo de la capucha.
Tampoco se trata de hallar un culpable a estas alturas, porque bien los
dos pudieron ser culpables, uno por estereotipar y el otro por invasor; o
inocentes, al sentirse ambos amenazados simultáneamente y atacar. Lo
que sí es seguro es que muchos de los que se han unido a la “protesta” tienen
causas muy personales, algo que los pone en un bajo nivel como seres pensantes,
por su humanismo plástico, simplón e hipócrita. Entre ellos gente que un día
fue respetada, como promotores de libertad y amor que se decían: Bruce Springsteen,
Stevie Wonder y algunos otros oportunistas. Dijo el rockero Ted Nugent acerca
de Wonder: “¿Cómo vas de ser una de las personas con más alma en el mundo, a
carecer absolutamente de ella?”. Y lo mismo digo yo. Pero a mí no me hagan
caso; pregúntenle al sentido común. Como dijo el malhablado John Lennon: "Nobody told me there'd be days like these". Y me quedo pensando en una tonada, a propósito
de Stevie Wonder:
Very superstitious, writing's on
the wall Very superstitious, ladders bout'
to fall Thirteen month old baby, broke
the lookin' glass Seven years of bad luck, the good things in
your past...
After the moribund man heard the words whispered by the
preacher for a third time, he turned his head and expired. The preacher got up and
proceeded to the door, without praying or reciting anything. The grievers stood
quietly at a convenient distance. Not a cry nor a lamentation; assuming the
departed soul was making its blissful journey to heaven. As the preacher
was about to step out, the widow wanted to ask him one last question: “Will I ever see
him again?” “Well, if you
persist in denying the existence of God, the way he did…”