Saturday, February 1, 2025

Advertencia

   Viajero, has llegado a la región aun más transparente del aire; porque ésta no es la tierra de Anáhuac. Ésta es Borderlandia, lugar donde se hablan dos lenguas, se funden dos culturas y se dividen dos mundos… Where language is a matter of choice: you may speak Spanish, you may speak English, you may speak Spanglish, or you may  choose not to speak; instead, you might just want to watch and listen, unless you want to be spotted...

Thursday, August 1, 2013

Ray Manzarek; another rider on the storm


Rainfall, thunder, and an impossible bass line to accomplish on the bass guitar —E Minor followed by an A Major, achievable only on Ray Manzarek’s keyboard—, with John Densmore’s jazzy backbeat tagging along, are the inaugural notes of the melody. And again, Manzarek; this time imitating nature with the aqueous sounds coming out of his instrument.
     Riders on the storm, riders on the storm,” sings the cavernous voice, “into this house we’re born, into this world we’re thrown…” And thus we start our midnight journey through the stormy desert, on a horse named destiny; at least in Jim Morrison's Blakean mind. 
   Well, Ray Manzarek has joined now Morrison in something far more transcendental than music: death. After succumbing to some kind of liver cancer, in a battle that he fought without many of us, who once loved him, knowing about it.
     Ray Manzarek, the man who seemed to be reading mysteries in the keyboard of his Vox Continental organ, and the one who had that personal way of playing the jazzy chords that gave The Doors its distinctive sound and a different vibe to rock music —and also the man who was, apparently, more tolerant than anyone else towards Morrison’s antics and erratic behavior—, has left this world.   
      Who's going to forget that killer staccato strut that opens for the Lizard King on “When the Music’s Over,” where Manzarek’s musical swagger has us trembling with anticipation, making us feel like we're about to take part in a scene out of a Michael Antonioni’s movie. Then, Densmore’s drum roll ushers the pandemonic riff of Robbie Krieger’s guitar, in unison with Morrison’s “otherworldly howl.”
     Those are just two examples of the musical marriage of Jim Morrison’s voice and poetry, and Ray Manzarek’s music; with the other two acting as best men. Not to mention the haunting piano solo on "Crystal Ship" that follows Jim’s —also haunting— vocals, after he sings: “The days are bright and filled with pain, enclose me in your gentle rain. The time you ran was too insane, we’ll meet again, we’ll meet again…”
     Indeed, the days were bright and filled with pain in the sixties. And the youth had to seek refuge in the “gentle” rain of hallucinogens and all the mind altering substances they could get their hands on; to escape from the reality of the times: Vietnam, women’s liberation, sexual freedom, etcetera. The slogan: “We want the world and we want it now.” And to prepare for that, the counterculture generation kept turning on, tuning in, and dropping out left and right. 
     Ray Manzarek and Jim Morrison were a product of their time. As contemporaries they were two comrades who shared some of the most precious days of their youth together. They both had intellectual aspirations, they both had a penchant for the representative world of images and theatrics, and they also — together— were the first ones to contemplate the possibility of forming a band that would exploit Jim’s Nietzsche-Blake influenced poetry, which made them millions of dollars in the process. The rest is history.
     Unfortunately, Manzarek’s musical legacy was overshadowed by the —musically— erratic behavior of his last years, when he and Robby Krieger went on the road with The Doors of the 21st Century, a band that featured The Cure’s Ian Astbury as replacement for Jim Morrison —in full regalia—; which puts them “up there” with the Queen of Paul Rodgers. In his new book, "Doors Unhinged," John Densmore claims that on one occasion Morrison accused Manzarek of being, “only in it for the money.” And it kind of gets you thinking when you see him onstage, in his older years, indulging on some sort of acrobatics that he wouldn’t even dare to think about in his years with the original Doors; you know, when music seemed to matter the most, and there was only one front man.
     Manzarek stated in an interview that "Riders on the Storm" was the very last song that Jim Morrison, “recorded on this planet.” Actually, I think it was also the last real song that Ray Manzarek himself recorded on this planet. After his demise, it feels like they have entered together the dark, pitch-black, night; and they’re out there together as two riders on the storm…




Carlos Fuentes en el teatro de la eternidad


Precedidos o sucedidos, olvidados o recordados, morimos solos y, radicalmente, morimos para nosotros solos. Quizás no morimos para el pasado, pero ciertamente morimos para el futuro. Quizás seamos recordados, pero nosotros mismos ya no recordaremos. Quizás muramos sabiendo todas las cosas del mundo, pero de ahora en adelante nosotros mismos seremos cosa. Vimos y fuimos vistos por el mundo. Ahora el mundo seguirá siendo visto, pero nosotros nos habremos vuelto invisibles. Puntuales o impuntuales, vivimos con los horarios de la vida. Pero la muerte es el tiempo sin horas. ¿Tendré más gloria que la de imaginar que mi muerte es singular, sólo para mí, butaca preferente en el gran teatro de la eternidad?” Es esta una porción de En esto creo, libro de Carlos Fuentes publicado en 2002, el segundo de carácter autobiográfico después de Myself with Others, que publicara en 1981. Y se nos hace increíble pensar que ya no camina por las calles de la Ciudad de México, o de cualquier otra ciudad del mundo, y que lo relativo a la muerte él lo sabe ya de primera mano. Hace poco más de un año dejó este mundo el último gran vocero del tiempo mexicano; o al menos el último con una voz altisonante.
     Carlos Fuentes, el grandilocuente cronista de la tragicomedia mexicana, el hombre que absorbió todo lo que pudo de libros que leyó, películas que vio, música que escuchó y gente con la que convivió, para crear así su monumental metáfora nacional en una obra que abarcó --más o menos-- 23 novelas, 10 libros de cuentos, 4 obras de teatro, 7 guiones de cine y un libreto de ópera, en cincuenta y cuatro años de carrera literaria.
     Aunque gran parte de su obra fue paja, porque daba la impresión que escribía un nuevo volumen cada semana, algunos libros de Carlos Fuentes son de gran significancia en la literatura moderna. Tres novelas: La región más transparente, Aura y La muerte de Artemio Cruz; y el libro de cuentos Agua quemada son obras cumbres de la literatura mexicana.
     Pero nadie puede decir que conoce la obra de Carlos Fuentes si no ha visto dos películas: Los Caifanes y No oyes ladrar los perros. Porque, como buen aficionado al cine que era --lo que se nota en los diálogos y la imaginería de sus obras más destacadas--, son estas las más representativas de la psique mexicanista y las elucubraciones del escritor; un hombre que pudo haber nacido y crecido en cualquier parte del mundo, pero que decidió crecer, forjarse y, ultimadamente, morir en México. Alguien a quien su mexicanidad determinó a tal punto, que se hizo escritor para tratar de descifrar el enigma de ser mexicano, y documentar a su manera la larga travesía --en el proceso mítico e idolatra-- del país y sus habitantes a través de su historia y literatura; de Quetzalcóatl a Pepsicóatl. En otras palabras, sin mito mexicano no hay Carlos Fuentes.
     Un rasgo resaltable del hombre fue su afabilidad y su propensión a la amistad, ya que casi siempre tenía palabras y comentarios positivos hacia los demás; al menos en público. Era también el escritor dandi, superstar; guapo y con una presencia magnética que le dio proyección a nivel mundial. Tal vez el único literato en México que pudo vivir cabalmente de su obra, con sus libros y artículos que escribía para revistas y periódicos internacionales de gran importancia, amén de las entrevistas para los diferentes medios impresos, radio y televisión. Acerca de esta última quiero recalcar el hecho que Fuentes fue entrevistado --en inglés, desde luego-- por entrevistadores televisivos de la talla de Bill Moyers y Charlie Rose. 
     También, con el mismo talante y aplomo de hombre valeroso, Fuentes supo enfrentar la adversidad, ya que a pesar de padecer dos de las peores tragedias que un ser humano pueda padecer --la muerte de dos de sus tres hijos; entre ellos el único hijo varón--, actuaba como escribía: con el aplomo y la energía de un hombre negado a sí mismo; como el calvinista que decía ser. 
     Amado por algunos, odiado por otros. Y en algunas ocasiones amado y odiado por la misma persona; como cuando María Félix dijo de él: “Carlos Fuentes es un tipo a todo dar, tiene un bonito coco”. Para unos años más tarde declarar: “Carlos Fuentes, ese inmundo ser que se dice escritor”, y lo llamó un “Mujerujo”, según ella, “porque tiene corazón de mujer”.
     Y lo mismo pasó con Octavio Paz, con el que alguna vez tuvo una relación entrañable, y quien llegó a elogiar la ambición de Fuentes por aprender y su hambre de saber, cuando habló de su “avidez de conocer y tocar todo, una avidez que se manifiesta en descargas que, por su intensidad y frecuencia, no es exagerado llamar eléctricas”. Sólo que, lo que antes había sido una virtud se convirtió en un defecto, cuando después del desaguisado que Fuentes tuvo con Paz, Enrique Krauze, actuando como esbirro literario de este último, escribió: “Es significativo que Paz hable de avidez, no de curiosidad. Fuentes quería apropiarse con urgencia de las últimas claves intelectuales sobre México, necesitaba un ‘país imaginario’ y creyó verlo en El laberinto de la soledad”. Krauze quiso enfatizar un hecho que, por otro lado, era obvio acerca de Fuentes; que era este un caso extraordinario de escritor hecho de retazos de otros escritores --y de otras obras-- no sólo de su tiempo, sino de los que lo antecedieron. Pero la acusación, como la emite Krauze, suena presuntuosa y farisaica, porque el mismo Laberinto era un hijo directo --fusil, en cierta forma-- de El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos.
     Hubo otros amargados que también trataron en su tiempo de hacer leña con un árbol que, para sus pulgas, no estaba caído. Y es que, muchos en México no le pudieron perdonar a Fuentes que fuera un escritor exitoso en todos los aspectos, de la misma forma que a Luis Spota no le hayan perdonado ser un bestseller. Y ya que hablamos de Luis Spota, quiero mencionar su caso que fue muy peculiar. Literariamente no estaba a la altura de un Carlos Fuentes o una Elena Garro, pero en su escritura había mucho más calidad y frescura que en la de muchos otros escritores y escritoras respetados en México --que me arranquen la vida si no es cierto. Pero me abstengo de decir nombres, porque tampoco se trata de enjuiciar a nadie. 
     Hay un hueco pues, en el ambiente literario y cultural de México, que se agranda más y más, conforme el tiempo y la vida pasan. Con la muerte de Carlos Fuentes se cierra un ciclo en la vida cultural del país, porque, para bien o para mal, no hay otra personalidad literaria que conjugue erudición, presencia y carisma como el autor. Y su ausencia, junto con la de Carlos Monsiváis, se siente en las calles de la Ciudad de México, porque esta no tiene ya quien la invente y reinvente de la forma que sólo el libretista de Los caifanes lo hizo.


 

Tuesday, July 30, 2013

On the hill overlooking El Paso


"And the walls came down all the way to hell, never saw them when they're standing, never saw them when they fell…" And it’s a pity that I can’t sing along with “Tweeter and the Monkey Man” when I think of two of El Paso’s main landmarks: Asarco smokestacks and City Hall. Because, although I didn’t see them when they fell, I did see them when they were standing. And just to think that they’re not going to be there to greet me when I make my comeback.
     I still remember getting up on a big hill, on Juarez’ West side (almost right across from the Franklin Mountains), with my binoculars, to pick out buildings, streets, and places of what used to be El Paso’s downtown. And City Hall was one of the buildings that used to stand out big time. It was quite a pastime for a kid in his early teens; I mean, when alcohol wasn’t yet in the picture. 
     For the Asarco smokestacks we didn’t need binoculars, because they were right on the borderline, pointing to the Mexican side like two gigantic phalluses, blowing their polluting fumes. I still can taste the smoke in the morning when I wake up, and it makes me cough like a chronic smoker. That’s not what I miss of it, but --like a friend suggested--, at least they should’ve made the old smelter a sort of museum for posterity, so the future generations could visit the place and reclaim part of their DNA on the cylindrical walls of the smokestacks. 
      Cities and towns are changing their facades around the world, and old, historic buildings that once have been distinctive landmarks are being demolished left and right, to be replaced by shopping centers, parking lots, Wal-Marts, or just plain new buildings, characterized by the flimsiness of modern architecture. And El Paso is no exception.
      The sad thing is that not only the aforementioned places have suffered destruction in El Paso, but in old downtown the streets look all abandoned and vandalized, like nobody cares anymore. To the point that walking on the streets of Segundo Barrio, like Paisano, Oregon, Stanton, and Kansas can be a very sad experience because, although they’ve never been known for their beauty and orderliness, now they look more like streets in a border town… on the Mexican side. Which makes me want to close my note singing: “Back in El Paso my life would be worthless/Everything's gone in life; nothing is left…"




Trayvon; ¿mártir o rufián?

La foto pone juntos a Emmett Till y Trayvon Martin, como dos mártires; el primero lo es, el segundo, independientemente de las circunstancias de su muerte, no debe estar siquiera junto al otro. Lo más detestable es que la gente está comprando esa fantasía. El circo había empezado aun antes del veredicto, que resultó ser negativo para la comunidad “humanista”.
     Como ya lo dije anteriormente, lo que pasó entre un joven negro y un adulto “hispano blanco”, como le dice la prensa a George Zimmerman, es una historia que se repite regularmente en California. Hispanos matan a negros y negros matan a hispanos; y la prensa no se da por aludida. De hecho, de las últimas veces que he estado en Los Angeles, no ha faltado una vez en que no haya sido hostigado por un afroamericano; manejando por la calle, llegando a la tienda de autoservicio o bajo cualquier otra circunstancia. Pero como tampoco se trata de poner ninguna raza en evidencia, aquí la dejo, porque mi intención no es hacer pasar a los negros como la personificación del mal, y añadir así al mitote.
       "Sí, pero el joven Trayvon tenía sólo diecisiete años", dicen muchos. Entonces la pregunta sería: ¿por qué a algunos menores, aun más jóvenes que Trayvon, los juzgan como adultos? ¿No será porque a determinada edad un hombre ya surte efecto cuando de violencia o agresión se trata? Desde luego que en eso no piensan todos aquellos que quieren hacer de esta farsa una causa noble por la que pelear.
     Estaba yo el otro día parado afuera del Demetriou’s Jazz Alley, lugar donde se iba a presentar el músico John Mayall, en la ciudad de Seattle. En eso llegó un vehículo SUV y de él se bajaron los tres músicos que iban a acompañar a Mayall: Rocky Athas, Jay Davenport y Greg Rzab. En la calle había una manifestación, y cuando Athas pasó junto a mí preguntó de qué se trataba. Le contesté que era por el veredicto del caso Trayvon, y con tristeza oí que dijo: “aun no puedo creer que se haya salido con la suya”, en referencia al veredicto final que favoreció a Zimmerman.
     Y esa es, desgraciadamente, la postura de muchos hombres de supuestos principios humanistas, que se creen con la absoluta concesión del sentido común. Cuando uno pensaría que a estas alturas la gente sabe que casi todo lo que dice Obama, la mayor parte de la prensa y los descalabazados Jesse Jackson y Al Sharpton son puras estupideces multiplicadas a la máxima potencia. O sea que, si Obama dice algo al respecto, la prensa le presta mucha atención o Sharpton y Jackson se involucran, lo más seguro es que es una farsa con un motivo ulterior.
     Por lo menos tres grandes  propósitos hay detrás de incitar a la gente para que haga ver su “inconformidad” en el caso Trayvon: promover división y tensión racial, mantener a la gente distraída --y cambiar así alguna ley sin que se note-- y producir estrés a través de las inconveniencias causadas por el bloqueo de calles y arterias principales de tráfico.
     Ahora, los hay los que todavía conservan la cordura y el sentido común, y que saben que todo está instigado en gran parte para promover disensión. Entre los cuales se encuentran un par de predicadores y un político afroamericanos: el ministro Ken Hutcherson, Dr. James Manning y el ex congresista Allen West; amén de muchos otros que conocen el tipo de “causas” que Jesse Jackson y Al Sharpton pelean, que, dicho sea de paso, no tienen como fin ayudar a los de su raza sino todo lo contrario.
     Hay una foto que un “artista” arregló para que Martin Luther King apareciera con un hoodie o capucha, como la de Trayvon. Pero la sobrina de King, Dr. Alveda King, deslindó la comparación desde un principio diciendo: “El Doctor King no hubiera vestido una capucha”. Y eso dice mucho acerca de la significancia de usar un hoodie bajo ciertas circunstancias, porque denota la adopción de cierto estilo de vida no muy honesto, como en este caso, porque Trayvon produjo la impresión de ser un maleante y le costó la vida. Así que, si fue completamente inocente o no, el problema es que ahí el hábito sí hizo al monje. Y conste que no hablo de monjes por lo de la capucha.
     Tampoco se trata de hallar un culpable a estas alturas, porque bien los dos pudieron ser culpables, uno por estereotipar y el otro por invasor; o inocentes, al sentirse ambos amenazados simultáneamente y atacar.
     Lo que sí es seguro es que muchos de los que se han unido a la “protesta” tienen causas muy personales, algo que los pone en un bajo nivel como seres pensantes, por su humanismo plástico, simplón e hipócrita. Entre ellos gente que un día fue respetada, como promotores de libertad y amor que se decían: Bruce Springsteen, Stevie Wonder y algunos otros oportunistas. Dijo el rockero Ted Nugent acerca de Wonder: “¿Cómo vas de ser una de las personas con más alma en el mundo, a carecer absolutamente de ella?”. Y lo mismo digo yo. Pero a mí no me hagan caso; pregúntenle al sentido común. Como dijo el malhablado John Lennon: "Nobody told me there'd be days like these". Y me quedo pensando en una tonada, a propósito de Stevie Wonder:
Very superstitious, writing's on the wall
Very superstitious, ladders bout' to fall
Thirteen month old baby, broke the lookin' glass
Seven years of bad luck, the good things in your past...



Impressions


After the moribund man heard the words whispered by the preacher for a third time, he turned his head and expired. The preacher got up and proceeded to the door, without praying or reciting anything. 
     The grievers stood quietly at a convenient distance. Not a cry nor a lamentation; assuming the departed soul was making its blissful journey to heaven. 
      As the preacher was about to step out, the widow wanted to ask him one last question: 
     “Will I ever see him again?” 
     “Well, if you persist in denying the existence of God, the way he did…”

 

Sunday, April 1, 2012

No más south of the border


En la novela “South of the Border, West of the Sun”, del escritor japonés Haruki Murakami, los protagonistas, Shimamoto y Hajime, dan sus impresiones acerca de la canción “South of the Border”, título que traducido al español sería, “Al sur de la frontera”:
     “Cuando crecí y pude leer la letra en inglés me decepcioné. Era sólo una canción acerca de México. Yo siempre había pensado que algo grandioso deparaba al sur de la frontera”.
     “¿Cómo qué?”
     “No estoy segura. Algo hermoso, grande y suave”.
     La novela está ambientada en últimos de los ochentas o principios de los noventas, pero esas palabras cobran hoy más vigencia que nunca. Parece que ya nada grandioso nos depara en south of the border, sólo el vacio y la muerte. Ya ni el pintoresquismo a la Herb Alpert & the Tijuana Brass salvan la imagen del país, que la perdió porque sus mexican bandidos ya no son el bandido romántico de los paperbacks gringos (y españoles también) y los western, como Tuco, el de “El bueno, el malo y el feo”; ahora son descarnados sicarios que por un quítame esa paja matarían a su abuela --y la descuartizarían también--, sin parpadear. Y son ellos, en gran parte, los que han acabado con todo.
     South of the border es como los gringos se refieren al México de sus sueños, al idílico lugar de esparcimiento donde soñaban un día encontrar a sus "Rosas" y a sus "Felinas". Donde podían venir y sentirse importantes porque, después de todo, en México ser un gringo común y corriente es mucho mejor que ser un mexican curios. De eso ya sólo queda el recuerdo; así que lo siento mucho por los que tenían en México al pueblo de la aventura y la oportunidad, como lo atestiguan tantas canciones que narran el idilio entre el gringo aventurero y la mexican señorita.
     Como no quiero pecar de nostálgico o de hombre que añora un pasado no-muy-glorioso, sólo quiero decir que nunca, ni en nuestros sueños más calenturientos, los mexicanos --y sobre todo los juarenses-- avizorábamos una calamidad como la que ha asolado al país por los últimos cinco años. Pensábamos que después de padecer al mismo partido político por setenta años con su charrismo, corrupción, opresión, supresión y tantos etcéteras nefastos --“la dictadura perfecta”, como la llamó Vargas Llosa--, nada peor le podía pasar al país.    
     A propósito de Marito, y a modo de paréntesis, quiero añadir que el mismo Vargas Llosa contribuyó de alguna forma a la imagen que en Latinoamérica se tiene del México romántico, al mencionar en su obra figuras de artistas mexicanos que fueron populares fuera de México a través del cine, radio y televisión. Desde luego que eso fue en el pasado, y el presente nos muestra otras circunstancias.
     Pero, como luego dicen, “más se perdió en Roma”, y como cantaba el bardo Cuco Sánchez, “mientras haya vida hay esperanza”, hay que seguir echándole ganas y aferrarse al último mecate, porque eso es también lo que nos ha hecho a los mexicanos: nuestra capacidad de conservar la esperanza, aunque algunos nos llamen ilusos. Porque es eso lo que puede mantener la moral a un nivel tolerable.
     Algo que ilustra muy bien lo anterior es un chiste que me contaron hace algunos años. “Estaban tres críticos de arte en un museo, contemplando una pintura de Adán y Eva en el jardín del Edén. Uno de los críticos era inglés, otro francés, y el tercero era mexicano. Dice el inglés: ‘Por lo educados se ve que son ingleses; ella tiene una manzana y se la ofrece al él’. Réplica el francés: ‘No hombre, son franceses; porque están comiendo desnudos’. Y el mexicano fastidiado les responde: ‘Que ignorantes son colegas, porque a leguas se nota que son mexicanos; están encuerados, apenas tienen que comer y todavía creen que están en el paraíso’.”
     El centro de Ciudad Juárez todavía está abarrotado de gente que camina por sus calles muy fresca, como si no pasara nada; comiendo, bebiendo y con la risa de oreja a oreja. Lo cual me hacer pensar que es mejor callarme la boca y dejar de estar lamentándome, y empezar a planear mis próximas vacaciones…
 South of the border, down Mexico way,
 That's where I fell in love
 When the stars above came out to play.